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Altanera y desdichada

Recuerdo aquella noche. La parálisis inundó mi cuerpo mientras las estrellas brillaban en el firmamento. Tú no dejabas de mirarme mientras yo solo sabía recitarte lo mal o bien que me lo había pasado a lo largo del día. Tendías en tu soleado jardín mis palabras de cabra loca. Mientras tanto, me besaste y no supe como reaccionar. Las estrellas intensificaron su brillo, el viento se antepuso a la tranquilidad mientras el filtro del amor te dejaba pasar. Allí es dónde quiero volver, allí es donde quiero regresar; dónde los días de invierno son duros y los de verano una bendición celestial. Todo te lo debo a ti, mi queridísima mar

Tú, mi Mar.

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